Detalle de un graffiti que forma parte de las protestas contra el excesivo gasto público para el
Mundial en Brasil. (FOTO: Especial)
|
Por Gustavo Godínez
twitter: @escupeletras
Inició la Copa del Mundo 2014, los ojos del mundo
entero están en Brasil. La mayoría está feliz y
eufórica por este momento, pero yo no puedo dejar de sentir una molesta
inconformidad ante todo lo que involucra esta celebración, la mayor del planeta
en el balompié.
No me malinterpreten. Aunque sé que corro el riesgo, no
quiero parecer el clásico mamón que siente una superioridad moral e intelectual
por el simple hecho de que no le gusta el futbol. No. No voy por ahí. Me gusta
el futbol. Mi problema con el Mundial no es el futbol; lo que me molesta del
futbol no es el futbol.
Desde la infancia he sido aficionado y practicante, desde
luego, amateur, de futbol. He vivido tristezas y alegrías (claro, en este país
casi siempre más tristezas).
No puedo darle la espalda a un deporte que me dio buenos
momentos. Y fueron varios momentos memorables, desde aquel primer gol que anoté
la primera vez que jugué futbol con mis vecinos de la cuadra como a los 5 años,
hasta un campeonato de goleo individual en la universidad –y no es que yo fuera
un crack, pero creo que fui un buen cazagoles con un tiro certero– en un torneo inter-licenciatura donde nuestro equipo obtuvo el subcampeonato.
Íbamos invictos y fuimos a perder hasta la final. Sí, cruzazuleamos gacho.
El futbol me enseñó a trabajar en equipo, el valor del
esfuerzo colectivo y las victorias compartidas. Innumerables veces vi en el estadio y en la televisión
partidos que me mantuvieron expectante. No es que yo sea un fanático de esos
que olvidan la vida entera para ver un juego y que no se pierden ni un Trinidad
y Tobago contra Martinica (con todo respeto para estos países), pero de vez en
cuando me gusta disfrutar de un buen partido, especialmente las finales de los
torneros importantes.
He aprendido que los triunfos son sólo de los jugadores, por
más que la afición y los poderes quieran apropiarse de ellos (unos por vacío
propio o sentido de pertenencia y otros por legitimidad), así que no debería
importarnos tanto lo que pase o deje de pasar, pero igual confieso que he
sufrido y he gozado con el equipo local de mi ciudad, la cuna del futbol en
México, así como con la llamada selección nacional y no puedo odiar al futbol.
Lo que me molesta del futbol no es el futbol, lo que me
molesta es que hace mucho tiempo que el futbol dejó de ser sólo un deporte para
convertirse en un súper negocio de unos pocos. Como todo lo que toca el
capitalismo lo hace mierda, el futbol no iba a ser la excepción: el deporte
pasa a segundo término para priorizar al dinero. Deja a la gran mayoría de las
ganancias para una pequeña élite inútil mientras la mayoría trabaja duro para
quedarse con poco. Ni lo que percibe el fubolista mejor pagado, aún con todos
los exorbitantes salarios de esta época, puede compararse con las enormes
ganancias de la élite que controla al futbol mundial.
Lo que me molesta del futbol es su manejo capitalizado, los
precios altos en los boletos, las exclusividades en la TV, los bloqueos de
señal, los monopolios privados, el fanatismo inducido, la corrupción y ambición
de la FIFA, esa élite que secuestró al deporte y que encontró la manera perfecta
de explotar esa mansa pasión de las masas. No es difícil deducir a dónde irán a
parar los 4,500 millones de dólares que la FIFA tendrá de ingresos tan sólo por
este Mundial.
"El delantero la pasa al neoliberal, el neoliberal se perfila, tira cañonazo y es ¡goooool del capitalismo!". Otro detalle de los grafitis por las calles de Brasil. (FOTO: Especial) |
Mi problema con el Mundial es que casi nadie hable de las
protestas de afuera, de los miles de brasileños que han visto en este gran
evento un desperdicio de recursos (se calcula un gasto de casi 12 mil millones de dólares) que pudieron haber sido utilizados para
combatir la desigualdad que sigue siendo lastimosa y preocupante. Me molesta
que a nadie le interesen los 8 obreros muertos en la apresurada construcción de
los estadios, que a nadie le importen las favelas desalojadas con lujo de violencia donde se estima que 250 mil personas perdieron sus hogares y que nadie se preocupe por las tribus que fueron despojadas de sus tierras en el marco de la preparación mundialista.
Lo que me molesta del futbol es que ese equipo que llaman “selección
nacional” no representa a una nación, sino a los intereses de un grupo
minúsculo de empresarios que se hinchan de dinero mientras todos gritan gooool.
Lo que me molesta es que el grupúsculo culpable de la pésima
actuación de la selección en la clasificación mundialista sea la misma que se
va a beneficiar de las millonarias ganancias que dejará “El Tri” en sus
bolsillos. Me molesta que Televisa y TV Azteca hayan logrado rescatar el botín de
dejará la pasión verde gracias a un gol que Estados Unidos hizo en otro partido,
por si las humillaciones venidas del norte no fueran suficientes. “You’re
wellcome, México”.
Me molesta esa fidelidad a ultranza de un gran sector de la
afición a la que no le importa cuántas veces le pueda decepcionar la selección
nacional, siempre estará ahí para verla perder mil veces más. Me molesta que se
le exija más al Tri que a un gobernador o al presidente, pero se le perdone
todo fracaso para volver después a apoltronarse frente a la TV para sufrir más bofetadas
como una especie de síndrome de pareja maltratada.
Lo que me enferma del Mundial no es el futbol, es la
publicidad y su nacionalismo de quinta, más aún el de empresas extranjeras que
se quieren hacer las muy mexicanas llamando a una identidad hueca y estéril con
tal de que les compren su basura.
Lo que me molesta del futbol es que la burguesía y la cúpula
en el poder lo han utilizado, para qué engañarnos, como un distractor más para
que ellos continúen con su saqueo. Lo que me molesta del Mundial es que
mientras la masa estará hipnotizada viendo al Tri hacer un papelón como el de
siempre, en el Congreso de la Unión estarán tirando por la borda a la soberanía
energética, rematando el petróleo para complacer a los intereses más mezquinos
del planeta.
“El futbol es lo más importante de las cosas menos
importantes”. No pude corroborar si esta frase es de Arrigo Sacchi o Jorge
Valdano, creo que del segundo, pero me parece correcta. Lo que me molesta es
que para muchos, como dijera uno de esos anuncios comerciales que me exasperan,
el futbol no es importante, es lo único.
Lo que me molesta es ese patrioterismo barato y sin sentido de aquellos
que no pueden sentir amor, cuando menos empatía, por su gente y por su tierra
si no es a través de un equipo de futbol que ni siquiera les pertenece, los que
no ven más allá del balón, los que actúan como si el futbol fuera lo más
importante del mundo, los que respiran, beben, comen y cagan futbol, los que pierden el sentido de la realidad y las prioridades.
Lo que me molesta son los que prefieren angustiarse por un marcador
que por la desigualdad social, la pobreza, el hambre y la corrupción que nos
están consumiendo.
Puedo entender que el futbol sirva como entretenimiento,
como una manera de olvidar por un momento nuestros problemas, pero si tan sólo
prestáramos tanta atención, preocupación y ocupación por esos mismos problemas
como la que muchos le prestan al futbol, podríamos cambiar muchas cosas.
Lo que me molesta del futbol no es el futbol, lo que me
molesta es que para muchos sea el único universo posible mientras el mundo real
se nos cae a pedazos.
PD: Disculpen si soné amargado, pero ya me retiro a ver el
futbol…
No hay comentarios.:
Publicar un comentario